
A María:
Mi Madre, nuestra Madre…
Tan bella sonrisa te ha concedido mi Padre,
tan grande tu ternura, reflejo agradable
de aquella mañana,
cuando en silencio dijiste SI
a Aquel que te amó desde siempre.
Gracias Madre,
porque supiste responder generosamente,
porque temblando de miedo confiaste,
porque sereno tu espíritu aceptaste
traer al mundo a ese niño,
reflejo vivo del Padre,
a ese Dios hecho hombre,
a ese hombre tan amable… mi salvación.
Quisiera haber podido acompañarte
aquel día, aquella tarde
cuando al pie de la cruz
con tu hijo te quedaste.
Quisiera poder ir con Él,
quisiera como tú amarle,
quisiera que me mostraras el camino
y así yo imitarle.
Hoy te coronamos Madre,
María, discípula de Cristo;
hoy hacemos honor a tu nombre
cantando en nuestro interior “aquí estoy”.
Hoy empiezan las despedidas
de lo que tan acostumbrados estábamos…
Pero no con tristezas sino con cantos,
pues nuestro corazón se renueva,
vuelve a latir y agradece
que a nuestro lado siempre has estado.
Gracias nuevamente,
gracias por haber aceptado
aquella propuesta inesperada,
aquello que pienso y me deja anonadado.
Gracias por cubrirnos con tu manto,
aquel que no supimos valorar,
pero hoy te decimos a lo alto
que aunque nos vamos de aquí,
en nuestro corazón siempre estarás.
Mi Madre, nuestra Madre…
Tan bella sonrisa te ha concedido mi Padre,
tan grande tu ternura, reflejo agradable
de aquella mañana,
cuando en silencio dijiste SI
a Aquel que te amó desde siempre.
Gracias Madre,
porque supiste responder generosamente,
porque temblando de miedo confiaste,
porque sereno tu espíritu aceptaste
traer al mundo a ese niño,
reflejo vivo del Padre,
a ese Dios hecho hombre,
a ese hombre tan amable… mi salvación.
Quisiera haber podido acompañarte
aquel día, aquella tarde
cuando al pie de la cruz
con tu hijo te quedaste.
Quisiera poder ir con Él,
quisiera como tú amarle,
quisiera que me mostraras el camino
y así yo imitarle.
Hoy te coronamos Madre,
María, discípula de Cristo;
hoy hacemos honor a tu nombre
cantando en nuestro interior “aquí estoy”.
Hoy empiezan las despedidas
de lo que tan acostumbrados estábamos…
Pero no con tristezas sino con cantos,
pues nuestro corazón se renueva,
vuelve a latir y agradece
que a nuestro lado siempre has estado.
Gracias nuevamente,
gracias por haber aceptado
aquella propuesta inesperada,
aquello que pienso y me deja anonadado.
Gracias por cubrirnos con tu manto,
aquel que no supimos valorar,
pero hoy te decimos a lo alto
que aunque nos vamos de aquí,
en nuestro corazón siempre estarás.
Iria Agreda
No hay comentarios:
Publicar un comentario